sábado, 23 de octubre de 2010

Cuidado con la señal.


Recuerdo aquella vez que me encontré contigo en la calle de camino a casa de Daniel. Ibas despistado, mirando hacia otro lado, cuando te diste un cabezazo contra una señal. En estos momentos casi puedo verte ahí parado, avergonzado, mirando a tu alrededor para asegurarte de que no te había visto nadie. Y aún sonrío cuando pienso en la cara que pusiste cuando me viste detrás de ti, observándote en silencio. Nunca olvidaré la expresión de tus ojos cuando empecé a reírme. Creo que no pude parar en más de una hora. “Lo siento, lo siento” dije, entre carcajadas, antes de darme la vuelta y marcharme, dejándote frotándote la frente dolorida con una mueca desconcertada. No hemos vuelto a vernos. Pero cada vez que paso por allí, no puedo evitar echar una ojeada en busca de una abolladura con la forma de tu cabeza o algo. Fue genial.

viernes, 8 de octubre de 2010

Amor imposible.



Te quiero. Siempre te quiero.

Te quiero cuando te sientas
a descansar bajo un árbol
a mi lado, un libro entre las manos.
Y dormitas, y levantas la cabeza,
y cuando te das cuenta de que te observo
sonríes, te alejas y te vas.

Y te quiero cuando paseas
tu mirada perdida y tu corazón ausente,
la cabeza gacha, los hombros hundidos,
el alma llamándome en un murmullo,
pidiendo auxilio, aún sin voz,
amando en silencio, sufriendo en secreto
y, sin querer irte, diciéndome adiós.

Te quiero cuando,
en medio de la noche,
mientras yo finjo dormir
y crees que no te escucho
te acercas a mí y,
en un suspiro, susurras:
"Te querré siempre.
Siempre te querré".

lunes, 23 de agosto de 2010

Ausencia.

"Todo está más vacío ahora que tú no estás, el sofá me parece lo más grande del mundo, la cama es un océano de sábanas y sueños que, punzantes, me atormentan cada noche, alimentan a un ser desconocido que ahora vive dentro de mi. Creo que lo llaman dolor."

domingo, 1 de agosto de 2010

Sin nada...

Jugando en la oscuridad de la noche a que soy otra persona, imaginando que todo lo que conozco ya no existe, dejándome llevar por todos esos sueños que me acarician y me mecen, susurrando palabras de consuelo en un silencio agónico. Suspirando por todo aquello que anhelo tocar y que se aleja, creando un mundo en el que él no exista, en el que sólo estemos el papel, la pluma, la soledad y yo, lo único que queda frente a la inmensidad, sin problemas, sin miedos, sin rechazo, sin amor. Sin nada.

martes, 18 de mayo de 2010

Y te marchaste.


"Traté de dejar de amarte. Te dejé fuera de mi corazón y arreglé las heridas, los sentimientos quedaron atrapados dentro, golpeando las paredes, intentando que volvieras para que no doliese tanto. Lo congelé, enfrié el dolor hasta que se volvió indiferencia, hasta que mi alma, con los miembros entumecidos, no pudo sentir nada. Y me sentí a salvo, sentí que tras mi fortaleza de frialdad estaría segura, sentí que nadie podría entrar. Nunca.
Y entonces volviste. Rompiste mi corazón, aquél que tanto me había costado reconstruir. Abriste grietas, derrumbaste muros. Y ahí estaba yo, fría, brillante, frágil.
El hielo se derritió con el calor de tus brazos, mi alma salió a buscarte, aun sabiendo que no te encontraría. La evidencia creció y terminó de romperme. Ahora sé que simplemente destruiste mi trabajo y te marchaste."

sábado, 24 de abril de 2010

Tuyo...

"Abres los ojos y lo observas. Una sonrisa. Por fin, el mundo. Tu mundo, tuyo. Para siempre"

sábado, 10 de abril de 2010

Historia desesperada

Observas el cielo. Lejos, hermoso. Hermoso en este día triste. Observas las nubes, y te preguntas si él estará sentado en alguna de ellas, si te estará esperando en alguna parte, en el cielo. Quizá haya algún lugar, un paraíso vacío en el que sólo haya espacio para vosotros dos, para siempre.

Como aquella vez, cuando te pidió que te casaras con él, sentados el uno junto al otro en la alfombra del salón frente al fuego de la chimenea de su casa de campo. Solos. Ahora, siempre y eternamente.

"Sí, quiero".

Flores, champán, una iglesia. Él con su traje negro y tú con tu vestido blanco. La marcha nupcial hace eco en tu cabeza, choca contra todos los recovecos de tu corazón. Una lágrima de felicidad, un beso, un abrazo. La luna de miel.

Y entonces él se fue. Un coche, oscuridad. La luna brilla en el cielo, las estrellas parecen estar más cerca que nunca. Una canción de amor sonando por la radio. La brisa de verano entrando, delicada, por las ventanas entreabiertas, con olor a flores y a naranjas. El paisaje pasa a vuestro alrededor, casas blancas, árboles frutales iluminados de color blanco. De pronto, una luz que no debería estar allí interrumpe el momento, ilumina vuestros rostros durante unos segundos que parecen horas. Como un flash. Un golpe, un grito. Vértigo, el vehículo se estrella contra un poste. Te duele, estás herida, no puedes moverte y el mundo se oscurece lentamente a tu alrededor. Te vuelves hacia él en medio del desastre. Te mira durante un momento, y aunque no aparta los ojos de los tuyos, tú sabes que ya no te está viendo. La vida se ha escapado por un resquicio, por sus labios entreabiertos. Un chillido de horror que sale sin darse cuenta de tu garganta, haciéndote daño. Le gritas que despierte, que no te deje, que se quede contigo. Es una pesadilla, tiene que serlo. “Ésto no nos puede pasar a nosotros”, piensas. Pero cuando se oyen las sirenas acercarse, la realidad cae sobre ti con fuerza, haciéndote aún más daño que las heridas físicas. Está muerto. Está muerto. Lo susurras, se lo dices al bombero que te saca del coche destrozado. No está, ya no está. Se ha ido. ¿Quién diablos conducía el coche que estuvo a punto de atropellar el vuestro? No lo saben. Ha huido.

Y el olor de las flores, de las naranjas, la brisa de verano, la canción que suena distorsionada a través de la radio, el paisaje, desaparecen. Rabia, tristeza, desesperación. Te lo han quitado todo. Te lo han quitado todo y han huido.

En el informe apuntan que había dos personas en el vehículo, que una ha resultado herida grave y la otra ha fallecido. Te dan ganas de gritarles que se están equivocando. Tú has muerto con él, en el momento en el que su corazón ha dejado de latir el tuyo ha quedado inservible, tu alma se ha ido, tu pecho ha quedado devastado. Tú también has fallecido.

Un accidente en el que sólo había un cuerpo pero dos cadáveres.